RECOMENDANOS con un click: Derecho Constitucional - Domingo Rondina - Dando cátedra

Acerca del Constitucionalista

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Santa Fe, Santa Fe, Argentina
Abogado con veleidades de constitucionalista y literato. Aprendiz de mucho, oficial de nada. Librepensador me educó mi padre... Mi CV aquí http://www.domingorondina.com.ar/1999/10/cv.html

Binner, el mesiánico secuestrador decepcionado



Bastó una elección perdida, para que a Binner le secuestren la vocación democrática, y aún no pagó el rescate...
El Gobernador de la Provincia de Santa Fe, máxima autoridad institucional de los santafesinos, comentando la amplia victoria del Senador Reutemann en la ciudad de Santa Fe, dijo en medios rosarinos que los electores de la ciudad capital sufrían el ‘síndrome de Estocolmo’.
La frase, que alguna vez tuvo una fragancia intelectual, sociológica, hoy ya es un lugar común y generalmente es mal utilizada. Alude a estudios hechos sobre un grupo de víctimas de un largo secuestro en la ciudad sueca que, en sus finales, habían desarrollado cierta empatía con sus secuestradores, se encontraban identificados con ellos, cuando no enamorados.
Ello porque Reutemann ganó por más de 20% en la ciudad capital de la Provincia.
El Gobernador de la Provincia de Santa Fe simboliza así su incomprensión de la selección de candidatos que hicieron los ciudadanos de La Capital, apoyando a quien Binner considera el culpable de todas las desgracias que sufre la ciudad capital, en particular, de la inundación de 2003. Nos está diciendo que Reutemann es un delincuente al que, producto de nuestra enfermedad mental, queremos.
La Constitución Nacional establece ya en su primer artículo que el sistema de gobierno es representativo, esto implica que los gobernantes sólo cuentan como mandatarios, como ejecutores, de la soberana voluntad del pueblo. Y su artículo 5º exige a las provincias respetar este principio inalienable.
Y nuestra Constitución provincial, en su artículo 1, establece el mismo principio de representatividad.
Lo contrario es que los gobernantes se crean seres con facultades especiales, marcianos de la sabiduría institucional, y una clase diferente a la del pueblo liso y llano al que deberían obedecer. Son conceptos prerrepublicanos, propios de las monarquías.
El que esto escribe no simpatiza personalmente con el Senador Reutemann, ni con su entorno. Pero, a diferencia del Gobernador Binner, tenemos una absoluta devoción por la voz del pueblo.
Y, contrariamente al Gobernador, pensamos que el pueblo, cuando habla, no se equivoca. Y que ‘vox populi, vox dei’.
Binner en cambio, cree que cuando la gente no vota a sus candidatos, o no comparte lo que él cree mejor para los demás, es porque la gente está enferma.
En el mundo maniqueo y ombliguista que comparte con Elisa Carrió, ve toda la verdad y toda la honestidad de su lado, donde con sus aliados de la Franja Morada gobiernan perfectamente y son los buenos. Del otro lado no hay gente que piensa distinto, no hay adversarios políticos: hay enfermos y delincuentes.
Es en estas situaciones, cuando los resultados electorales no son favorables, donde se ven los verdaderos demócratas. Y en esa vocación democrática, como en tantas otras cosas en las que esperábamos cambios progresistas, este gobierno ‘socialista’ está dejando mucho que desear.
Lo que no podemos dejar de señalar quienes luchamos cada día por más y mejor democracia, por instituciones más sólidas, por dirigentes más respetuosos y capacitados, es que no puede acusarse al pueblo de tonto cuando le da la espalda a un proyecto.
Es el mismo Gobernador que decía que había que reformar la Constitución Provincial para establecer mecanismos más frecuentes de participación popular, de democracia semidirecta, como son la consulta popular (el referéndum, el plebiscito), la iniciativa popular, etc. Vale dudar de la honesta intención del Gobernador siendo que, en una simple elección legislativa, al verse derrotado, desconfía de la inteligencia de los electores ¿realmente querría someter a votación decisiones de su gobierno?
Nosotros creemos que la gente cuando vota nunca se equivoca. Y si se equivoca, como es el mismo pueblo quien recibirá los beneficios o los perjuicios de su propia decisión, nada puede cuestionársele. Binner, con sus prejuicios iluministas cree que el pueblo sí se equivoca y que él es su víctima, o –peor aún- quien debería evitar que se sigan cometiendo errores. Eso, porque Binner no sería un ciudadano más, sino un mesías decepcionado.
¿No admite el Gobernador Binner que quizás los santafesinos, sabiendo todo lo malo de Reutemann, lo prefirieron antes que al proyecto ‘socialista’? ¿Qué quizás los santafesinos creen que Binner es peor que Reutemann? ¿Por qué los políticos sólo pueden hacer análisis tan pueriles, tan egocéntricos? ¿No es más fácil decir ‘evidentemente la gente prefirió otro proyecto’? ¿No es más sano aceptar que hay deficiencias de gestión, en la Provincia y -sobre todo- en la ciudad capital que hacen que la gente quiera un cambio? ¿O acaso la gente es inteligente cuando nos vota y estúpida cuando no nos vota?
Esas concepciones, además de mostrar la ignorancia del que las enuncia, indican que tiene vocación autoritaria, paternalista, y que –como piensa que la gente se equivoca y él no- en cualquier momento le impone a la gente lo que él cree mejor, aunque la gente no quiera.
Sería bueno que Binner pida disculpas a los ciudadanos santafesinos, no sólo por su lapsus sino por su forma de pensar que se vio súbitamente expuesta, y se comprometa públicamente a aceptar siempre la voluntad de sus representados expresada en las urnas.
Con un gesto humilde pero contundente podrá reparar el menosprecio demostrado a sus conciudadanos, que sólo puede entenderse como expresión apresurada de quien hubiese querido seducir a la ciudadanía, y sólo pudo secuestrarla por un breve tiempo...

Nota bene: tiempo después de este incidente se vieron en Argentina algunos similares.
Pino Solanas diciendo que el gobierno ganaba en las provincias del Noroeste (en el caso, Salta) porque 'las provincias más pobres no se caracterizan por tener la mejor calidad del voto'... 
Y Fito Páez, ante la derrota de Filmus en la Ciudad de Buenos Aires, se refirió a la mitad de la población que había votado a Macri diciendo que 'da asco la mitad de Buenos Aires'...

para todos

Yo quiero ser un héroe

que toda la gente se crea

que sólo tomo vino del peor

que soy un bolchevique

que no me importa el dinero

y que me gusta mucho el rock and roll

(Ratones paranoicos. Ya morí)

Yo también fui testigo


Nuevamente la próvida imaginación kirchnerista, nos sorprende con un cínico pragmatismo que el mismo Carlos Menem seguramente envidia.
Hoy nos propone como candidatos para cargos legislativos a gobernantes que ocupan las primeras magistraturas en sus distritos.
Es absurdo creer que Daniel Scioli puede dejar la gobernación de la Provincia de Buenos Aires para ser diputado nacional. O que un intendente deje su cargo para pasar a ser concejal. Tan increíble resulta que ya lo señala el dicho popular: “el que fue papa, no puede volver a ser obispo”...
La estrategia es repugnante. Pero debemos admitir que no hay suficiente obstáculo constitucional ni legal a estas maniobras. Sería bueno tenerlo en cuenta a la hora de reformar el Código Electoral (de lege ferenda).
Porque las prohibiciones que los sistemas establecen más que demostrar sus temores, demuestran las violaciones que ya vieron cometerse.
La Constitución sólo previó que los ministros no pueden ser senadores ni diputados sin renunciar a su empleo de ministros (art. 105) y que los gobernadores no pueden ser miembros del Congreso en representación de las Provincias que gobiernan (art. 73).
Es que en 1853 no se pensaba en esta migración política interna, que por el escaso avance de las comunicaciones era impensable.
Pero, es cierto, no hay prohibición de ser candidatos, e incluso pueden ser legisladores, si previamente renuncian a su ministerio o a su gobernación.
La otra norma que toca el tema es el artículo 21 inciso 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos –hoy con jerarquía constitucional- que establece que las elecciones deben ser ‘auténticas’, lo cual no ocurriría cuando quien se postula para un cargo no está dispuesto a asumirlo.
Similares disposiciones con la misma jerarquía se pueden ver en el artículo XX de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre que habla de elecciones ‘genuinas’, en el 23-1-b de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica) y el 25-b del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Finalmente recordemos que en la Convención Nacional Constituyente Reformadora de 1994 se discutió ampliamente si incluir la intransferibilidad del sufragio como uno de sus caracteres en el artículo 37. Dicha inclusión (que derribaba los sistemas de lemas) fue dejada de lado por Alfonsín a cambio de que se asegurase la obligatoriedad del sufragio (una de sus grandes obsesiones y, a nuestro juicio, uno de sus grandes yerros).
Así podemos dejar en claro que no hay obstáculo formal a las candidaturas ‘testimoniales’ de personas que dicen que no van a asumir un cargo para el cual se presentan.
Es el realismo mágico llevado a la política.
Pero no podemos ocultar el desagrado que estas prácticas nos causan.
En política, como en todas las actividades de la vida, es menester ser honestos. Y presentarse para obtener algo que no deseamos, con el fin oculto (o no tanto) de conseguir votos para otros, es una deshonestidad.
Sólo nos queda desear que los argentinos no convalidemos estas maniobras.
Otra cosa son los cuestionamientos que se hacen basados en la antigüedad de domicilio en el distrito. Ya nos hemos expresado anteriormente contra estas limitaciones que ya no tienen ningún sentido en una Argentina de consolidada práctica unitaria y donde el avance de las comunicaciones nos hace ciudadanos del país más que de un lugar determinado.
Una reflexión final: ningún político argentino puede rasgarse las vestiduras, echar cenizas sobre su tonsurada y testaruda cabeza, ni tirar la primera piedra. Todos cuando hablan de sistemas electorales en lo único que piensan es en el recuento de sus propios porotos.
En esta elección, todos se olvidaron de que tenemos que pensar solamente en elegir los mejores diputados, senadores, concejales, etc.
Todos intentan convencer a los electores que en esta elección se juega el futuro del país, de la provincia, de la ciudad, de los ‘modelos’ que cada ejecutivo dice defender.
Hasta el más ínfimo candidato a concejal, en vez de hablar de sus proyectos como futuro legislador, nos dice que su candidatura es un testimonio de apoyo al gobierno, asuma o no; que debemos votarlo para afianzar el rumbo del ejecutivo, no para que haga algo por sí mismo. Todos plantean que sus elecciones son medios para avalar otros proyectos, no para hacer algo concreto en la función para la que se postulan.
Ellos, con nuestra parva complicidad de electores, van degradando el sistema y llevando a la Argentina -nuevamente- a la descomposición de su sistema representativo como en 2001.
De eso, todos somos testigos.

Derecho Constitucional (DC) o Constitucionalismo Demente (CD)





Es conocida la vida de este croto
su nombre es Iseka e ignora la ley
lo indemnizaron con unos porotos
se volvió loco y dice que es Baley.

Algunos dicen que era maestro
otros afirman que era doctor
no hubo dinero para su genio
franja morada privatizó...


(Los Piojos, 'El balneario de los doctores crotos')


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Y más lejos en el tiempo, resuenan del Dr. Baldomero Fernández Moreno aquellas


Palabras 

Me borré el doctor 
hace mucho tiempo. 
Borré la inicial 
de mi nombre feo. 
No quiero ser nada 
ni malo ni bueno. 
Un pájaro pardo 
perdido en el viento. 

Sigamos demoliendo el federalismo

Besos para esposa e hija
Que Dios proteja mi suelo
Ahorren sangre de venganza
Firmado: Manuel Dorrego

"Nos están federalizando los gastos y centralizando los recursos"
(Convencional Cristina Fernández de Kirchner,
Convención Nacional Reformadora de la Constitución, 1994)



Queremos humildemente participar del homenaje a Pedro Frías, quien en el siglo XX se convirtió en el nombre propio del Federalismo.
Y si bien nuestras palabras pueden sonar extrañas en este concierto, creemos que el maestro entendía que el federalismo debe ser replanteado para que el país que Dorrego y nuestro Brigadier López pensaron que debían construir. En ese orden de ideas se encaminaban muchas de sus últimas conferencias.
Y pretendemos que el presente, mucho más breve de lo que el tema merecería, sirva como disparador a la reflexión y a la polémica.
Venimos señalando hace largo tiempo que el sistema de Estado federal establecido en el artículo 1 de la Constitución Nacional ya no tiene sentido tal como fue diseñado.

MUERA LA SANTA FEDERACION
El federalismo argentino era un régimen de provincias relativamente autónomas, que conviven sin derecho de nulificación ni de secesión, aunadas en un grupo de instituciones nacionales, con división tripartita del poder distrital en Ejecutivo, Legislativo y Judicial propios, con áreas propias de decisión y con recursos propios.
Ello tenía razón de ser en un país de tanta extensión geográfica que, al combinarse con las limitaciones de las comunicaciones propias del siglo XIX, hacía imposible un control único, capitalino.
Y, si se imponía dicho control centralizado, sólo acarrearía más postergación a los territorios más alejados de la capital, por la lógica desconexión de los distritos.
Hoy, en el mundo sólo sobreviven una decena de estados federales como el nuestro. Si bien algunos estados que eran unitarios van implementando mecanismos de descentralización, nada tienen que ver con nuestro antiguo sistema federal.
Es que el avance de las comunicaciones, la posibilidad de una suerte de gobierno ‘on line’, la velocidad de los transportes, etc., aseguran un contacto inmediato entre cualesquiera dos puntos del país.
Además, el largo ejercicio del federalismo ‘a la argentina’, ha ido apolillando sus principios más esenciales.
Los recursos propios ya casi no existen, porque los impuestos directos más jugosos, que debían ser en exclusiva de las provincias, han sido secuestrados por la Nación (en algunos casos, hace más de 60 años como el impuesto a las ganancias).
Los gobernadores se han convertido en mendigos del tesoro nacional, dependientes de sus aportes y de las obras que a nivel central se aprueban. Sin que jamás se escuche de un gobernador en ejercicio una diatriba federalista. Peores que si fuesen delegados nombrados por un poder central, y más abyectos. Quienes intentan alguna independencia, algún reclamo, son convertidos rápidamente por la fuerza del pragmatismo unitario del Tesoro Nacional.
Quienes discuten la retracción de sus facultades sólo encuentran el camino judicial a través de la Corte (casos San Luis y Santa Fe) donde van surgiendo trabas de todo tipo, algunas provenientes de admisiones y renuncias propias en convenios de concertación.
La infantilidad política y la concentración presidencial de funciones, hace que los distritos menos afines al poder nacional se vean más postergados por tener un gobernador que si dependiesen de un presidente unitario.
Otra cosa, parece, sería si fuese el mismo Presidente quien tuviese que responder directamente ante los vecinos de cada Provincia.
El Ejecutivo Nacional ha crecido y los ejecutivos provinciales se empequeñecieron. El ‘enano macrocéfalo’ que describían en el siglo XIX, se ha ido convirtiendo en Gulliver zapateando en Lilliput.

VIVAN LOS SALVAJES UNITARIOS
El avance de las comunicaciones entre los centros de poder, las ciudades y las provincias hace cada vez más necesario regímenes únicos, nacionales.
O quizás, de algún modo, conducen hacia ellos.
Hay que volver a pensar en un régimen unitario, que bloquee la posibilidad de que lo prohibido en una provincia se permita en otra; o que aquello que se puede en una provincia no se pueda hacer en otra.
Pensemos en las normas de tránsito, en la educación, en los procedimientos judiciales, todas áreas que eran propias de las provincias y que hoy se regulan todas mediante leyes-convenios, nacionales con adhesión provincial.
Porque esto, lo que Pedro Frías bautizó ‘federalismo de concertación’, no es otra cosa que un paso previo a un unitarismo por consenso y necesidad de época.
Ese camino se empezó a transitar en la reforma constitucional de 1994 previendo mecanismos de regionalización, lo cual implica la institucionalización de la dilución de fronteras jurídicas provinciales.
Y las materias que no se resuelven por convenio en todo el territorio se vuelven dramáticas: no hay legislación que evite la bigamia de provincia a provincia, no se puede resolver los conflictos entre los Códigos de Faltas de las distintas provincias, ni se ha logrado implementar un registro nacional de adoptantes…
Y materias que eran claramente de competencia provincial, vehementemente reservadas a las Provincias (caso libertad de imprenta) van siendo avasalladas por la Nación por distintas vías, incluso haciendo una aplicación extensiva (sin ‘cláusula federal’ alguna) de los Tratados Internacionales.
También reconozcamos que se ha ido unitarizando al mismo ritmo el Poder Judicial: la extensión de los juzgados federales, y la inagotable extensión del Recurso Extraordinario Federal hacen que la instancia ante la Corte Nacional se haya convertido en una más dentro de cualquier proceso, con lo cual cada vez importa menos lo que las Cortes Provinciales dicen.
Al mismo tiempo, algunos souvenires de la época federal, se blanden como espadas innecesarias y totalmente antisistémicas: la Provincia de nacimiento o de residencia de los candidatos es ya casi el único recuerdo de un sistema federal caduco. ¡Qué pena! justo una norma que los verdaderos federales, los convencionales del 53, ni tenían en cuenta, y así vemos que quienes representaban a cada provincia lo eran por mandato y no por nacimiento en su territorio, e incluso representaban distintas provincias, simultánea o sucesivamente…
Pero a la hora de hacer jugar el derecho electoral sí se acuerdan del federalismo convertido en una mera referencia geográfica al lugar de nacimiento o residencia. Aunque justo es reconocer que cada vez más casos van horadando también este principio.
Ni hablar de la obra pública, que por razones de poderío económico, va volviéndose hiperconcentrada en la Nación, siendo los Gobernadores meros gestores de las necesidades de su zona, lo mismo que haría un delegado del Gobierno Nacional.
Es cierto, muchos de estos vicios tienen su origen en los gobiernos de facto, que hacían una aplicación unitaria del poder estatal, y que sembraron de normas nacionales los digestos provinciales.
Pero también muchos cambios constitucionales han acelerado la destrucción federal: la eliminación del Colegio Electoral; la elección popular y las minorías para los senadores provinciales que ya no responden al gobierno de la Provincia sino al blando concepto de pueblo de las mismas; los partidos nacionales y la sujeción de los sistemas electorales a las normas del Código Electoral Nacional; la centralización de los medios de comunicación; la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, entre otras, han hecho de la opción punzó una cáscara monda.
El avance de la normativa nacional, de las decisiones ejecutivas nacionales, y de la justicia federal, han vaciado de competencias a las provincias.
Baste ver qué leyes sancionan las provincias (digamos leyes y no normas, ya que el 90% no tienen efecto normativo general), baste ver qué decretos dictan sus gobernadores, o qué casos juzgan sus tribunales…
¿Alguien puede decir con honestidad que las decisiones de las Legislaturas están más cerca de las decisiones de un Estado-Parte en una Federación que de las ordenanzas de un Municipio?
Y, al mismo tiempo, el vaciamiento de funciones en cabeza de las Provincias, hace que éstas, deseosas de sobrevivir, o de mostrar alguna función, quiten a las Municipalidades tareas que le son propias, inmiscuyéndose en asuntos vecinales, de aldea; preocupadas más del alumbrado, el barrido y la limpieza que de la construcción de un proyecto de Nación inclusivo de todas las tierras.
Eso, sin entrar a analizar el incremento de gastos que significan las estructuras provinciales, gastos que -a la luz de sus resultados cívicos y sociales- ya no tienen justificación.
¿Es que a nadie le llama la atención que ya casi no haya intervenciones federales a las provincias? ¿No será que es mucho más sencillo y rápido sojuzgarlas mediante el ahogo financiero y jurídico? Los gobiernos locales son ‘llamados al orden’ por la Casa Rosada mediante mecanismos mucho más eficientes y veloces que el de descabezar sus autoridades.

PARTIDA DE DEFUNCIÓN FEDERAL
Hemos intentado describir la realidad de la praxis constitucional, primera balanza en la que debemos sopesar nuestro sistema.
No nos pregunten si está bien que así sea, que a esto hayamos llegado.
Sabemos que hay mucha emoción en el verdadero y más antiguo clásico de clásicos argentino: ‘Federales contra Unitarios’.
Nosotros lo único que hacemos es cumplir con nuestra conciencia de constitucionalista señalando la caducidad de un sistema víctima del progreso y de la pérdida de valores en los hombres de las provincias. Y creemos que es una triste realidad que hoy nos está trayendo más postergación que avances.
A todos nos corresponde pensar alternativas para dejar de vivir en la mentira.
Es hora de que nos planteemos un país para todos los argentinos, hecho por todos los argentinos, desde toda la rosa de sus vientos.




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